Durante tres años, he pasado muchas horas en el Cementerio de Palma. He terminado por acostumbrarme a sus silenciosos paisajes, sus sombras.
Y sobre todo a esos rostros inmóviles que te contemplan desde los esmaltes. Con los que acabas incluso entablando una amistad.

Ellos, los que se fueron a la luz...

martes, 27 de septiembre de 2011





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